lunes, 22 de junio de 2020

Define




Gracias Andrah



El verdadero amor no conlleva sufrimiento ¿Cómo podría? No se convierte súbitamente en odio, ni la verdadera alegría se convierte en dolor. 

Como te dije, incluso antes de que te iluminaras -antes de liberarte de los tres principios de la mente pasional (poseedora, destructora, creadora)- los seres tienen destellos de verdadera alegría, verdadero amor o una profunda paz interior, en resonancia con el ser y vibrantemente vivos. Estos son aspectos de tu/mi verdadera naturaleza, que está habitualmente * oscurecida por la mente. Incluso en una relación * “adictiva normal” (esta adicción crea habito conductual y la frese “siempre me pasa lo mismo” se debe a que siempre se ha tenido la misma costumbre, buscar el mismo tipo de personas y frecuentar por años los mismos escenarios) puede haber momentos en los que la presencia de algo más genuino, algo incorruptible, puede sentirse. Pero serán sólo atisbos, que se ocultarán pronto por la interferencia * de la mente. Entonces puede parecer que el ser tuvo algo muy precioso y lo * perdió, o su mente puede convencerlo * de que en todo caso todo fue una * ilusión. La verdad es que no fue una ilusión y no puedes perderlo. Es parte de su estado natural, que puede ser oscurecido, pero nunca destruido por la mente. Incluso cuando el cielo está cubierto de nubes densas, el sol no ha desaparecido. Está todavía allá, al otro lado de las nubes.

Los * indican la creación de los egos inferiores que emergen en el siguiente Nombre de Hashem.


DEFINE MERABH
A lo largo de la historia ha habido relativamente pocos humanos que han realizado su iluminación y se han quedado en el cuerpo físico. Pero ahora, en la Nueva energía, es la primera vez que todo un grupo de seres humanos han optado conscientemente permitir su maestría y seguir encarnados. Puede ser que en el pasado, los términos de ascensión e iluminación hayan sido usados en exceso. Kieper aporta un nuevo significado a estas palabras y aclara que ahora el potencial de ascender y quedarse en el cuerpo físico es muy real y al alcance de todo el mundo que haga esta elección.

Un Merabh es una experiencia durante la cual tu nivel de consciencia y energía se expanden, sin esfuerzo, acompañados por la flexibilidad y humor de un juego mental almico sagrado, la experiencia del Permitir de forma Cuántica es más intensas en un Merabh y va aún más allá de la mente. Dirigido para aquellos que están listos a encarnar su ascención alegremente y celebrar verdaderamente la vida aquí en la Tierra.
Auto maestría.

Nunca promuevan la conciencia y el conocimiento espiritual entre aquellos cuya conciencia no entienda con la esperanza de cambiar una situación desagradable. Su conexión sagrada con lo Divino en su interior debe mantenerse en secreto, silenciosa y protegida como se protege a un recién nacido hasta que crezca y se vuelva lo suficientemente fuerte para resistir cualquier influencia que lo alejara de ustedes. Mantengan al Yo Sagrado a salvo y abrigado, aliméntenlo, ámenlo, y obsérvenlo crecer. A medida que se fortalece empezará a manifestarse externamente cuando menos se lo esperen de modos que nunca han soñado. Tal vez verbalicen la perfecta solución para una situación intensa aunque no hubieran considerado tal solución antes. Pudieran actuar de algún modo (grande o pequeño) no planeado pero que resulte tener un impacto positivo o cambio previamente no considerado. Estas son actividades de un YO más profundo, más fuerte y más real y más divino. Cuando empiecen a aparecer experiencias de este tipo ustedes empezarán a entender cómo opera la conciencia incondicional no condicionada por las creencias del mundo.

DEFINE, BORRADO DE MEMORIA DE VIDAS PASADAS.
En cada uno de estos eslabones, aunque el Espíritu y el alma son los mismos y el cuerpo es lo único que cambia, se impone lo que algunas tradiciones espirituales llaman “Ley del Ínferos” o “Encadenamiento a los ciclos de la materia”: la carencia de memoria de lo vivido y avanzado vibracionalmente -en consciencia, conciencia y experiencias- en las vidas físicas precedentes. Se trata de una ley cosmogónica cargada de sentido común. El recuerdo de todas nuestras vidas y experiencias anteriores atoraría nuestra posibilidad de elevación consciencial; nos bloquearía por la dimensión y enorme intensidad de lo vivido. De ahí que las personas –Espíritu, cuerpo y alma- no nos acordemos de las vidas anteriores o reencarnaciones por las que Espíritu y alma han transitado en el desarrollo de la encarnación inmanente del primero en el plano humano.

El cuerpo, en el que radica la mente y la memoria, no las vivió. El Espíritu, por su parte, Esencia y vibración pura, está más allá del tiempo y la remembranza.

DEFINE LO QUE NOS ALEJA DE LA FUENTE
La única cosa que puede removerlos completamente de los regalos de la Fuente, el Dios Creador, es el no perdonar. Sin importar lo que les haya sucedido en su vida, e incluso a todas las vidas, ahora es el momento de perdonar a todos y a todo, para que puedan manifestar su divinidad. La raíz del karma es el no perdonar y es solamente a través de la aplicación del perdón en todas las áreas de su vida que pueden sanar el karma, reconectarse a la Fuente y comenzar a conectarse con los reinos espirituales.

Una vez que establecen su intención de aplicar el perdón en todas las áreas de su vida, sus guías comenzarán a revelarles las personas y situaciones desde todo el tiempo encarnaciónal o aun más allá de esta vida, incluyéndolo a ustedes mismos, que deben perdonar.

“El miedo pone un muro entre ustedes y su naturaleza espiritual. Es un muro que el Ser Superior no puede trascender y uno que incluso sus guías y ángeles no pueden derribar. Cuando están operando en el miedo, están fuera de la vibración del amor incondicional, la cual es la única vibración a la que las dimensiones superiores pueden relacionarse. Si ustedes están llenos de miedo no serán capaces de escuchar los mensajes de amor, ánimo y guía que sus guías tienen para ustedes.”

“¿Cómo saben que están llenos de miedo? Vayan al interior y miren sus sentimientos. ¿Se sienten desconectados, “mezclados”, confundidos, lastimados o enojados? ¿Pueden sentir el pánico? Entonces están operando en el miedo.

Para deshacerse del miedo, permítanle venir ante ustedes, pregúntense qué significa para ustedes, cómo lo han experimentado antes y qué necesitan sanar para permitirle irse de su consciencia. Estén tranquilos en presencia de su miedo y recibirán la información que necesitan sanar y se liberarán del miedo”
YO SOY LO QUE YO SOY (tu nombre) DE DOMINIO SOBERANO. Y así es.

DEFINE AMISTAD (desde Kieper):
Uno de los frutos principales de la amistad es el alivio y la descarga de inflamaciones y saturaciones del corazón, las cuales son causadas e inducidas por toda clase de pasiones. Sabemos que enfermedades por paros o sofocaciones son las más peligrosas en el cuerpo; esto no es muy distinto en la mente: puedes tomar zarza para abrir el hígado, acero para abrir la tristeza, flores o sulfuro para los pulmones, castóreo para el cerebro; pero ninguna receta abrirá el corazón excepto un verdadero amigo, al cual le puedes impartir tus penas, alegrías, miedos, sospechas, consejos, y lo que sea que pueda oprimir el corazón, en una suerte de consideración cívica o confesión. Obviamente ese amig@ ha de ser de un nivel de consciencia elevado, fiel reflejo de lo que tu eres. Cuando veas como tu consciencia asciende, atraerás por vibración verdadera amistad consciencia y alma, que no dependerá de factores externos como corporalidad, edad, o sexo. También podrás contar con la amistad supradimensional, donde seres de Luz en evolución necesitan de ti, como tu de ellos.

El fruto de la amistad consciente es sano y soberano para el entendimiento así como el primero lo es para los afectos. Porque la amistad hace de tormentas y tempestades un lindo día en los afectos. Pero de la oscuridad y confusión de pensamientos hace la luz del día. Nada de esto debe ser comprendido sólo por el fiel consejo que un hombre recibe de un amigo. Mas antes de llegar a eso, se sabe que a quienquiera que haya tenido la mente repleta de pensamientos se le aclarará el juicio y el entendimiento al comunicarse y platicar con alguien más: lanzará sus ideas más fácilmente, las conducirá más ordenadamente, verá cómo se ven cuando se convierten en palabras. Finalmente, se expresará mejor que sí mismo.

Los grupos humanos de la pseudo amistad, son creadas por cosas afines, carrete, trago, drogas etc, el lado opuesto de la amistad consciencial, eso no es más que una masa humana de energía inerte y no liberadora muy pasional por lo demás y extremadamente corporalidad en la competencia, quien bebe más, quien se borra antes etc. y esto en la sociedad actual incluye delitos. En la amistad consciencial todos aspiran al bien común para todos y el compartir desde la alegría creativa y verdadera.

DEFINE MI RABVAHNA ¿Qué significa entonces que sea Cristo, el Espíritu, el que encarna en una persona, concretamente en Ioshuah de Nazaret y este le canalizaba en algunas ocaciones luego?.
Para dar respuesta a este interrogante conviene rememorar ese estado superior de la evolución vibracional de las almas denominadas almas pluriconscienciales (simples y complejas). Como sabes la canalización por incorporaci{on (encarnación), éstas se configuran por la fusión voluntaria de almas que han crecido consciencialmente y tienen entre sí coherencia vibracional, dando lugar a un nuevo campo energético de tipo pluriconsciencial que puede manifestarse consciencialmente (encarnarse) al unísono en distintas modalidades de vida pertenecientes a diferentes Dimensiones que incluyen la corporalidad, teniendo, por tanto, capacidad para vivenciar a la vez diferentes experiencias conscienciales, todas las cuales son absorbidas por el mismo campo energético o alma pluriconsciencial.

SANANDA-DEVA: La personalidad Crística que emana de la Cristica Consciencia o Cristica Presencia. Nuestra Realidad Suprema.
IOSHUAH: El Verbo. El pensamiento encarnado. Cada uno de nosotros, la materia consciente de un alma viva en si.
TU (como canal) La voz de ese pensamiento. La palabra material.
LA HUMANIDAD: El Ehad, Unidad plena de consciencia cristico-humana.

Sananda-Deva dice de Dios en una clase, no hace mucho.

  1. No-Nombre.
    Hace miles de años lo llamaron Abba. Hoy muchos, lo llaman todavía Padre,
    Alá, Dios,… Y a quienes lo denominan Fuente. Pero el nombre es lo de menos para No-Nombre: Ser y No-Ser; Todo, Uno y Único; Plenitud y Vacío.

  2. No Nombre, Vibra (Vive). Y su Vibración Primigenia y Pura (VPP) e Infinita, su propia Esencia, es Amor y Vida Lo que es Inmanifestado (No-Nombre, No-Ser) se manifiesta en una Vibración Primigenia y Pura que es Amor (Ser). Es el Cántico del Vacío, expresado metafóricamente: en la percepción de corriente espirituales orientales, un “Om” original y puro. El cristianismo denomina Cristo o Hijo de Dios a esta VPP. Tampoco aquí importa el nombre. Lo único significativo es lo que Es: Amor o Espíritu, emanado (engendrado, no creado) del No-Nombre. Y como Esencia del No-Nombre, la “Vía” por la que en Él todo es Uno y Único.

  3. La VPP reverbera en el propio Vacío generando el Verbo
    La Vibración Primigenia y Pura (Amor) hace eco en el propio Vacío (No-
    Nombre), reverberando en una cadena de “om, om, om,…”, de frecuencia cada vez más débil o densa, que conforman el Verbo, que es Vida y Consciencia (Experiencia de Ser) por las que el Amor (Ser), manifestación del No-Nombre, a su vez se manifiesta y desenvuelve (Experiencia de Ser).

  4. El Verbo se expande ondular y fractalmente en una infinita multitud de gradaciones vibracionales, desde las frecuencias más elevadas a las más densas, aunque siempre finitas.
    Todos los MultiOmniversos, Omniversos, Multiversos, Universos, galaxias,
    sistemas solares, planetas, especies y formas y modalidades de vida que llenan y configuran la Creación. Todos son plasmaciones de la misma Vida y
    Consciencia –que es Una y Única- y, por tanto, del Amor. Y gracias al Amor, el Verbo se despliega en Diversidad y el Libre Albedrío dentro de la Unicidad y la Única Voluntad de cuanto Es.
    Y añado: Yo Soy Otro Tu. Tu Eres Otro Yo. Sin cuerpo. Sin edad. Sin sexo. Eterno. Solo Vida, amor y Consciencia. Los tres principios del Todo Lo Que Es.



DEFINE AMARSE ASI MISMO DESDE KYEPER
Amarse es aceptación. Amarse es criarse a sí mismo, criar sus cuerpos. No estoy hablando sobre inventar todas esas clases de dietas exóticas; estoy hablando de que en cada bocado de comida que tomes, te ames a ti mismo. No importa si es carne o arrollado de avena y miel. No importa si es vegetariano. No importa si es comida chatarra. ¿Te estás amando a ti mismo? ¿Estás amando tu cuerpo? ¿De dónde crees que proviene el cáncer? Cuando no te estás amando, esto habitualmente afecta al cuerpo.

Está el cáncer de la mente, también el cáncer del espíritu, y ambos son otros debates que Sananda-Deva tendrá con ustedes. Cuando no amas a tu cuerpo, éste dispara un proceso de muerte que tú conoces como cáncer. Cuando te amas a ti mismo, tú haces milagros con tu cuerpo, con tu mente y tu espíritu.

Estábamos en el Paraíso, incluso multidimensionalmente lo seguimos estando, y voluntariamente nos hemos proyectado a este mundo, a esta Dimensión, para extender el Paraíso, para crear alrededor, para que el Cielo llegue a la Tercera Dimensión. Cada uno de nosotros es un brote de Paraíso y, en la medida que activamos nuestra condición divina, estamos haciendo que en un ámbito denso como es este plano, empiece a brotar una vibración distinta, que no es de Primera, de Segunda o Tercera, sino que es de Cuarta y Quinta dimensión.
Oración de la paz esenia.
"Oh, Dios, es tu voluntad mantener el cielo y la Tierra en una sola paz. Haz que el designio de tu gran amor brille en el desierto de nuestras iras y tristezas y da paz a tu pueblo, paz entre las naciones, paz en nuestras casas y paz en nuestros corazones".
Amén.

DEFINE DESENCARNAR.
Es una experiencia real, natural y hermosa, muy hermosa. Para vivenciarla es imprescindible anclar en el Corazón el convencimiento de que la muerte no existe. Además, de una sencilla práctica: no dejar el contacto “ser a ser” para cuando el otro haya ascendido, sino experienciarlo en el día a día. Así, cuando en nuestra cotidianeidad estemos físicamente con otras personas, especialmente con nuestros seres queridos, procuremos mantenernos conscientes de que, tras la corporeidad que nuestro sentidos físicos perciben, existe y vive un ser espiritual que es realmente el que comparte su existencia con nosotros en este plano material y lo seguirá haciendo en el otro plano mas sutil que se halla mas allá de la vida

EL ECO DE LA VIDA. Cuento Sanador.
Un hijo y su padre estaban caminando por las montañas. De repente, el hijo se lastima y grita: “Aaaaaahhhhhhhhh!!!!!” Para su sorpresa oye una voz repitiendo en algún lugar de la montaña: “Aaaaaahhhhhhhhh!!!!!”gritar al aire. Con curiosidad el niño grita: “¿Quién está ahí?” Recibe una respuesta: “¿Quién está ahí?” Enojado con la respuesta, el niño grita: “Cobarde” Y recibe de respuesta: “Cobarde” El niño mira a su padre y le pregunta: “¿Qué sucede?” El padre, sonríe y le dice: “Hijo mío, presta atención”. Y entonces el padre grita a la montaña: “Te admiro” Y la voz le responde: “Te admiro” De nuevo, el hombre grita:“Eres un campeón” Y la voz le responde: “Eres un campeón” El niño estaba asombrado, pero no entendía. Luego, el padre le explica: “La gente lo llama eco, pero en realidad, es la vida, te devuelve todo lo que dices o haces. Nuestra vida es simplemente un reflejo de nuestras acciones. Si deseas más amor en el mundo, crea más amor a tu alrededor. Si deseas felicidad, da felicidad a los que te rodean. Si quieres una sonrisa en el alma, da una sonrisa al alma de los que conoces. Esta relación se aplica a todos los aspectos de la vida. La vida te dará de regreso, exactamente aquello que tú le has dado. Tu vida no es una coincidencia, es un reflejo de ti. Alguien dijo: “Si no te gusta lo que recibes de regreso, revisa muy bien lo que estás dando”

DEFINE AMOR DE PAREJA:
Si bien es cierto que la pareja no da la felicidad, tampoco debe quitarla; es por ello que debemos elegir a quién sume algo a nuestra vida, y no a quien le reste. El afecto que se genera en el interior de cada pareja tiene sentido si se convierte en una bomba de amor, luz y bendición para las personas que les rodean.

Ser feliz es no permitir que el tráfico, la lluvia, el calor, o el frío, o tener que esperar en fila a ser atendido, determine tu estado de ánimo. Ser feliz es hacer lo que amamos y amar lo que hacemos, es tener grandes expectativas de nuestra vida, y esperar siempre lo mejor de las demás personas.
Pero, sobre todo, ser feliz es experimentar un balance en nuestras vidas. Es poseer metas que respondan a todas y cada una de las facetas de nuestra vida y asegurarnos que día a día caminemos hacia la realización de dichas metas. Es poseer metas personales, profesionales y familiares, y hacerlas parte de un plan de acción que nos ayude así a mantener un balance amoroso en nuestra existencia. Ser feliz es saber con el alma, que todo lo que haces esta en Dios...

DEFINE DIA DE SAN VALENTIN:
“Fiesta comercial. Los enamorados no tienen sólo un día sino todos, si viven en el amor viven en la eternidad.” El amor consciente no depende de un día, sino de cada instante de la vida. Crea tu propio día del amor. Y no olvides que a través de quien tu amas, amas a Dios.



viernes, 13 de diciembre de 2019

Divinidad Consciente

Conscientes de nuestra Divinidad

Presencia de Dios, permanente.
Soy padre de Dios y Dios es parte de mi.
Es una realidad. Así como poseo un cuerpo físico, también poseo un alma espiritual y una presencia Divina, propia de la creación de Dios.

Cuando iniciamos nuestra búsqueda de sentido de vida la ley de atracción y sincronía, prepara el terreno para que lleguen a nuestras manos los libros, las personas, los cursos y los sucesos que favorecerán nuestro proceso de comprender quiénes somos y nos recordarán que nunca estamos solos. Si estás leyendo este libro, entonces, probablemente, significa que estamos en el mismo proceso y si algo de su contenido te sirve o estimula, entonces la escritura de este libro está más que justificada.

Lectura revista Yo Soy la Verdad, mes abril año 2014, pág 17 y 18.

Muchas personas a lo largo de su despertar espiritual, comienza a leer diferentes libros de crecimiento personal y espiritual, pero muy pocas se atreven a dar el salto al interior, dejar de buscar afuera (lo que se busca afuera es en el plano mental, lo que se busca en el interior es el plano del cuerpo causal). Esta iniciación es cuando definitivamente se deja de buscar afuera, y nos replegamos a nuestro interior.

Nos pasamos la vida intentando ser felices y sentirnos plenos, creemos tener la fórmula exacta para conseguirlo, pretendemos saber a la perfección qué tiene que pasar o dejar de pasar en nuestras vidas para conseguirlo. Sólo cuando comprendemos que todos nuestros esfuerzos han fracasado, nos abrimos a la posibilidad de comenzar a encontrar esa esquiva felicidad que tanto ansiamos.
Al hablar de fracaso, no me refiero a fracaso material, ni profesional, ni de pareja. Hablo del fracaso profundo que sentimos cuando nuestra alma no ha podido aún expresarse, pues no hemos podido darle a nuestras vidas un sentido que nos permita sentirnos plenos.
Una buena parte de los seres humanos, algunos más dispuestos a reconocerlo que otros, tenemos una profunda herida interna, que nos hace sentir como seres imperfectos, separados de Dios, que debemos hacer méritos para volver al “paraíso perdido”. Nos enseñaron que somos pecadores, nos contaron que fuimos expulsados del Paraíso por haber desobedecido a Dios y llevamos milenios intentando infructuosamente que Él nos perdone.

Estos textos son pequeños mensajes que provienen desde mi interior, desde mi esencia, desde mi divinidad, desde esa parte llena de sabiduría a la cual todos tenemos acceso y que hemos olvidado, estos mensajes provienen de un lugar profundo donde no hay miedo, ni deberes, donde las amarras y límites desaparecen.

En este paso de la sexta a la séptima iniciación, es donde se experimenta el salto definitivo. Todas las pequeñas iluminaciones anteriores en una cantidad de años, pareciera que se concentran en un solo rayo, en un solo momento. Acá es donde los seres que han practicado la meditación, la reflexión, se preguntan si pueden entablar un dialogo intimo con la Divinidad. Un dialogo verdadero, sin contenidos de este mundo ni menos de la corporalidad, un dialogo muchas veces sin palabras pero de una sabiduría y comprensión infinita. 

Muchos lo han logrado y otros, han escrito estos diálogos almicos. Tal vez un incienso, una música suave y conectiva, o simplemente silencio, y luego de dar unas profundas inspiraciones, pedir al Ser Superior que nos de algún mensaje. 

Luego, a medida de la practica, el ser puede atreverse a hacer preguntas, a escribir las respuestas. Muchas de estas practicas han terminado en grandes tratados.

Este es el Circulo de Conexión Sananda, para la iluminación encarnada. Y la banda Cristica esta ahí, vibrando para nosotros. 

Somos seres de luz, sin límites ni fronteras, somos parte del Todo Universal que es Dios, estamos viviendo una experiencia terrena contenida en un cuerpo que enseña límites, a un ser que en esencia es ilimitado. Hemos escogido experimentar la magia de ser, encarnando en esta dimensión, en este planeta, en este cuerpo. Hemos olvidado temporalmente quienes somos, en un proceso de involución que va desde la grandiosidad del Ser hasta la expresión de ese mismo Ser en la materia. Aún en el olvido, sentimos nostalgia por nuestro Hogar espiritual que es el Todo. Esta nostalgia nos acompañará durante toda nuestra existencia, hasta que recordemos quiénes somos y comprendamos que en realidad nunca estamos solos.
Este ser encarnado, ha olvidado quién es y se ha constreñido a sí mismo, imaginando que fue expulsado del Hogar (Paraíso). 

Siente culpa por no ser lo suficientemente bueno como para merecer retornar a su original estado de felicidad. Entonces, para defenderse de una realidad que percibe como adversa, crea capas y capas de protección en torno a sí mismo. Estas capas están llenas de miedo, culpa, rabia, frustración y nos acompañan incluso antes de nacer, están cargadas de la historia de la humanidad completa, de la cultura en la que nacemos, de las experiencias familiares, de los aprendizajes que otros nos trasmiten, de las creencias y juicios de la sociedad en que vivimos y de muchos componentes más. A estas capas que forman ilusoriamente  una identidad, podemos llamarle ego.
Nos sentimos separados y abandonados en esta existencia, sin saber quiénes somos. Nos pasamos la vida definiendo y defendiendo no sólo los roles que cumplimos, sino también nuestras creencias e interpretaciones sobre cómo deberíamos ser, en un inútil intento de identificarnos con algo y poder definirnos de alguna forma. Vivimos a través de nuestro asustado ego y, como hemos olvidado nuestros orígenes, entonces pensamos que somos esa construcción que creamos.
Pero esa construcción, que en apariencia nos da seguridad, en realidad termina siendo nuestra cárcel. Cuando comenzamos nuestro proceso de despertar, esa parte nuestra a la cual le hemos dado tanta energía, inicia un legítimo proceso de defensa a modo de supervivencia. Reconocer la divinidad que habita en nosotros es el comienzo del fin del reinado del ego.
Hay muchas formas de definir al ego, usualmente el concepto “ego”, se asocia a una persona que cuenta con una inflada y falsa autoestima y hace notar su aparente superioridad ante los demás en forma altanera.

Afirmar significa decir «sí» a vosotros mismos y a la vida que lleváis, y aceptar vuestra propia esencia como persona única.

Esa afirmación significa que declaráis vuestra individualidad, que abrazáis la vida que es vuestra y que fluye a través vuestro. La afirmación de vosotros mismos es uno de vuestros puntos más fuertes. A veces podéis negar apropiadamente ciertos fragmentos de experiencia, y no obstante confirmar vuestra propia vitalidad. No debéis decir «sí» a personas, temas o sucesos que os causan un profundo disgusto. Afirmar no significa una aceptación pasiva y sin carácter de todo lo que se cruza en vuestro camino, independientemente de vuestros sentimientos sobre ello. Biológicamente, afirmación significa salud. Aceptáis vuestra vida, pues comprendéis que dais forma a vuestra experiencia, y reforzáis vuestra capacidad de hacerlo.

Afirmar no significa cruzarse de brazos y decir: «No puedo hacer nada. Todo está en manos del destino, por tanto aquello que debe suceder, sucederá». La afirmación se basa en la comprensión de que ninguna otra conciencia es igual a la vuestra, que vuestras aptitudes son únicas y diferentes de las de cualquier otra persona. Es la aceptación de vuestra individualidad en la carne. Básicamente es una necesidad espiritual, psíquica y biológica, y representa vuestra apreciación de vuestra integridad singular.

Un átomo puede cuidar de sí mismo, pero los átomos son un poco como animales domésticos; uniéndose a la familia biológica del cuerpo, de alguna manera se convierten en gatos y perros amigables bajo vuestro dominio.

Así como los animales copian las características de sus dueños, las células reciben toda la influencia de vuestro comportamiento y creencias. Si afirmáis la rectitud de vuestro ser físico, ayudáis

A veces podéis confirmar vuestra unicidad diciendo «no». a las células y los órganos de vuestro cuerpo, y éste los trata amablemente. Si no confiáis en vuestra naturaleza física irradiáis ese sentimiento, independientemente de las medidas de salud que podáis tomar. Las células y los órganos saben que no confiáis en ellos, al igual que lo saben los animales. De alguna forma creáis anticuerpos contra vosotros mismos, porque no confirmáis la rectitud de vuestro ser físico tal como existe en el espacio y el tiempo.

La individualidad os confiere el derecho de tomar decisiones. "A vuestro entender" esto significa decir «sí» o «no». Por lo tanto, consentir siempre podría significar que estáis negando vuestra propia esencia como persona.

Una persona que dice «yo odio» al menos está declarando que "posee" un «yo» capaz de odiar. Quien dice «no tengo derecho a odiar» no se está enfrentando a su propia individualidad.

Quien conoce el odio también comprende la diferencia entre esa emoción y el amor. Las ambigüedades, los contrastes, las similitudes, la afirmación del propio ser permiten el libre flujo de la emoción. Muchos rechazan la experiencia de sentimientos que consideran negativos. Intentan «afirmar» lo que piensan que son emociones positivas. No se permiten las dimensiones de su condición de criaturas, y, al fingir que no sienten lo que sienten, niegan la integridad de su propia experiencia.

Las emociones obedecen a las creencias. Son estados naturales siempre cambiantes de sentimientos, que se suceden en un libre flujo de energía y actividad; matices brillantes y vivos, que aportan variedad a la cualidad de la conciencia. Tales estados de la personalidad pueden compararse a colores claros y oscuros, los potentes patrones de energía que representan movimiento, vida y variedad.

Rechazarlas es inútil, pues constituyen uno de los instrumentos con los que la conciencia sintonizada físicamente se conoce a sí misma. No son destructivas. No hay emociones buenas y malas.

Las emociones sencillamente son. Representan elementos del poder de la conciencia, llenos de energía, que se combinan en un poderoso mar de ser cuando se las deja solas. No podéis afirmar una emoción y negar otra sin erigir barreras. Intentáis ocultar en el fondo de la mente lo que consideráis sentimientos negativos, como en el pasado se encerraba a los familiares dementes. Actuáis así porque no confiáis en los aspectos de vuestra individualidad en la carne.

Afirmar significa aceptar vuestra alma tal como aparece en la criatura que sois. He dicho esto anteriormente: no podéis negar vuestra condición de criaturas sin negar vuestra alma, y no podéis negar vuestra alma sin negar vuestra condición de criaturas.


Segundo Escrito

Conscientes de Nuestras Divinidad

Entre el año 2016 y 2017, hicimos dos Ashrams, que fueron muy importantes en el proceso de la iluminación encarnada, y que fueron rayos efectivos para la era de Maestros Ascendidos Encarnados, cuyo despertar en el año de la Automaestría, fue motivo de gran regocijo y esperanza para la Cosmogonía de Maestros Ascendidos. Uno llevaba como titulo “Manifestando Nuestras Presencias Ascendidas”, y el otro fue: La Practica Cotidiana de Nuestra Divinidad, que a modo de conferencia, realizamos en el Salón Kieper de la Fundación Vida Consciente. Ambos Ashrams, están unificados por la Comunicación Efectiva con el Yo Soy, la presencia de Dios en nosotros. 

Cuando iniciamos nuestra búsqueda de sentido de vida la ley de atracción y sincronía, prepara el terreno para que lleguen a nuestras manos los libros, las personas, los cursos y los sucesos que favorecerán nuestro proceso de comprender quiénes somos y nos recordarán que nunca estamos solos. Si estás leyendo este libro, entonces, probablemente, significa que estamos en el mismo proceso y si algo de su contenido te sirve o estimula, entonces la escritura de este libro está más que justificada.

Muchas personas a lo largo de su despertar espiritual, comienza a leer diferentes libros de crecimiento personal y espiritual, pero muy pocas se atreven a dar el salto al interior, dejar de buscar afuera (lo que se busca afuera es en el plano mental, lo que se busca en el interior es el plano del cuerpo causal). Esta iniciación es cuando definitivamente se deja de buscar afuera, y nos replegamos a nuestro interior.

Nos pasamos la vida intentando ser felices y sentirnos plenos, creemos tener la fórmula exacta para conseguirlo, pretendemos saber a la perfección qué tiene que pasar o dejar de pasar en nuestras vidas para conseguirlo. Sólo cuando comprendemos que todos nuestros esfuerzos han fracasado, nos abrimos a la posibilidad de comenzar a encontrar esa esquiva felicidad que tanto ansiamos.
Al hablar de fracaso, no me refiero a fracaso material, ni profesional, ni de pareja. Hablo del fracaso profundo que sentimos cuando nuestra alma no ha podido aún expresarse, pues no hemos podido darle a nuestras vidas un sentido que nos permita sentirnos plenos.
Una buena parte de los seres humanos, algunos más dispuestos a reconocerlo que otros, tenemos una profunda herida interna, que nos hace sentir como seres imperfectos, separados de Dios, que debemos hacer méritos para volver al “paraíso perdido”. Nos enseñaron que somos pecadores, nos contaron que fuimos expulsados del Paraíso por haber desobedecido a Dios y llevamos milenios intentando infructuosamente que Él nos perdone.

Estos textos son pequeños mensajes que provienen desde mi interior, desde mi esencia, desde mi divinidad, desde esa parte llena de sabiduría a la cual todos tenemos acceso y que hemos olvidado, estos mensajes provienen de un lugar profundo donde no hay miedo, ni deberes, donde las amarras y límites desaparecen.

En este paso de la sexta a la séptima iniciación, es donde se experimenta el salto definitivo. Todas las pequeñas iluminaciones anteriores en una cantidad de años, pareciera que se concentran en un solo rayo, en un solo momento. Acá es donde los seres que han practicado la meditación, la reflexión, se preguntan si pueden entablar un dialogo intimo con la Divinidad. Un dialogo verdadero, sin contenidos de este mundo ni menos de la corporalidad, un dialogo muchas veces sin palabras pero de una sabiduría y comprensión infinita. 

Muchos lo han logrado y otros, han escrito estos diálogos almicos. Tal vez un incienso, una música suave y conectiva, o simplemente silencio, y luego de dar unas profundas inspiraciones, pedir al Ser Superior que nos de algún mensaje. 

Luego, a medida de la practica, el ser puede atreverse a hacer preguntas, a escribir las respuestas. Muchas de estas practicas han terminado en grandes tratados.

Este es el Circulo de Conexión Sananda, para la iluminación encarnada. Y la banda Cristica esta ahí, vibrando para nosotros. 

Somos seres de luz, sin límites ni fronteras, somos parte del Todo Universal que es Dios, estamos viviendo una experiencia terrena contenida en un cuerpo que enseña límites, a un ser que en esencia es ilimitado. Hemos escogido experimentar la magia de ser, encarnando en esta dimensión, en este planeta, en este cuerpo. Hemos olvidado temporalmente quienes somos, en un proceso de involución que va desde la grandiosidad del Ser hasta la expresión de ese mismo Ser en la materia. Aún en el olvido, sentimos nostalgia por nuestro Hogar espiritual que es el Todo. Esta nostalgia nos acompañará durante toda nuestra existencia, hasta que recordemos quiénes somos y comprendamos que en realidad nunca estamos solos.
Este ser encarnado, ha olvidado quién es y se ha constreñido a sí mismo, imaginando que fue expulsado del Hogar (Paraíso). 

Siente culpa por no ser lo suficientemente bueno como para merecer retornar a su original estado de felicidad. Entonces, para defenderse de una realidad que percibe como adversa, crea capas y capas de protección en torno a sí mismo. Estas capas están llenas de miedo, culpa, rabia, frustración y nos acompañan incluso antes de nacer, están cargadas de la historia de la humanidad completa, de la cultura en la que nacemos, de las experiencias familiares, de los aprendizajes que otros nos trasmiten, de las creencias y juicios de la sociedad en que vivimos y de muchos componentes más. A estas capas que forman ilusoriamente  una identidad, podemos llamarle ego.
Nos sentimos separados y abandonados en esta existencia, sin saber quiénes somos. Nos pasamos la vida definiendo y defendiendo no sólo los roles que cumplimos, sino también nuestras creencias e interpretaciones sobre cómo deberíamos ser, en un inútil intento de identificarnos con algo y poder definirnos de alguna forma. Vivimos a través de nuestro asustado ego y, como hemos olvidado nuestros orígenes, entonces pensamos que somos esa construcción que creamos.
Pero esa construcción, que en apariencia nos da seguridad, en realidad termina siendo nuestra cárcel. Cuando comenzamos nuestro proceso de despertar, esa parte nuestra a la cual le hemos dado tanta energía, inicia un legítimo proceso de defensa a modo de supervivencia. Reconocer la divinidad que habita en nosotros es el comienzo del fin del reinado del ego.
Hay muchas formas de definir al ego, usualmente el concepto “ego”, se asocia a una persona que cuenta con una inflada y falsa autoestima y hace notar su aparente superioridad ante los demás en forma altanera.

El Espíritu de la Verdad.
Existe un Espíritu en la humanidad que moviéndose dentro de toda conciencia, llama a cada “yo” consciente pensante hacia si mismo. Es el Espíritu de la Verdad, del Amor y del Bien. Cada persona, sin importar las circunstancias externas, sin importar el mecanismo de respuesta incorporado, quiere amar y ser amado. La persona que roba, la persona que mata, o la persona que se lamenta y soporta una disposición difícil, cada uno de manera secreta y a menudo desconocida para ellos mismos, anhela ser aceptado por la sociedad. El anhelo de ser bueno y la probabilidad de ser malo son universales en su manifestación en los corazones de la humanidad.

¿Por qué entonces vive la humanidad en medio de tal hambre Espiritual? ¿Qué es lo que aparta a las personas del Espíritu que está constantemente llamando y que no los deja ni un momento en paz?
En su ignorancia de su identidad Espiritual por naturaleza, la humanidad ha creado una imagen de si misma, y ha dado a esa forma creada el poder de la manifestación.
En esta lección consideraremos las formas de pensamiento que han contribuido a la imagen del ego de la humanidad, aquellas formas de pensamiento que la han aprisionado dentro de ciertos patrones reactivos y mantenida lejos del Espíritu hacia el que suspira.
La primera forma de pensamiento de la mente racial que forma parte de la vida de pensamiento individual, en mayor o menor grado, es la creada en respuesta al dolor del nacimiento. La madre sufre; a menudo llora de dolor. En algunos casos maldice y se opone al destino que le trae tanta angustia.

Pensamos Pensamos que el niño es insensible a tal dolor. Que no conoce o comparte el sufrimiento de su madre.
Sus palabras no pueden tener efecto en su conciencia porque es poco más que un animal. Y en esto estamos desafortunadamente equivocados. El infante está muy despierto y sensible en su conciencia. Esa conciencia, y el cuerpo que habita, sufre un shock en el mismo acto de nacer, y añadido a ese shock está el mayor de ser el culpable de la agonía de otro. Por supuesto, tal culpa no se formula en un pensamiento en la mente del niño. El pensamiento formulado está a su alrededor, creado por la mente racial, y acompaña en mayor o menor grado a todo parto. La respuesta de la conciencia recién nacida al estado emocional de la madre abre una puerta a la entrada de la forma de pensamiento racial. Establece su residencia en el inconsciente profundo del niño. Aquí por tanto se encuentra el pensamiento-semilla sobre el que se construye la identidad: la piedra de toque para la construcción de la imagen del ego.
A medida que la conciencia recién nacida crece en el niño muy pequeño, rápidamente queda identificada con su entorno, en particular con la condición emocional de aquellos con los que está en constante contacto.

No le lleva mucho tiempo al niño para añadir, una tras otra, muchas formas de pensamiento raciales a su imagen del ego. Aunque llevaría volúmenes para clarificarlas todas y no tenemos sino un corto espacio, podemos sin embargo reconocer las grandes connotaciones de lo que sucede aquí.
Consideren el estado emocional de la mayoría de las personas. Consideren la imagen del ego compartida por la mayoría de las familias. ¿Qué piensan de si mismos? ¿Se consideran como hijos de Dios heredando la Divinidad de Dios? Muchas de las culpas y los llamados “pecados de los padres” son infligidos sobre los niños de esta manera, mediante la transferencia de la imagen del ego familiar.
Al mismo tiempo, al joven hijo o hija se le está constantemente recordando su culpa original. Ven a su madre cada día. A menudo la disgustan y tiene que observar el dolor de ese disgusto. Se les dice frecuentemente que son malos o malcriados. Algunas veces su madre cae enferma. ¿son también culpables de esto, también? En lo profundo de su subconsciente, la culpa trabaja para responder sí.

Es de lo más desafortunado para esos niños cuyas madres murieron en el parto o durante los años tempranos de la vida del niño. Porque muchas de estas culpas se hacen tan grandes que perturban la apariencia externa o la razón, y más tarde en la vida el hombre o la mujer enferman psíquicamente.
La siguiente forma de pensamiento que se construye en la imagen del ego del niño llega de manos de la religión. Aún cuando todos lo seres humanos tenemos una gran necesidad de religión, en occidente hemos sido lamentablemente negativos al enseñarla.

Matrimonio Sagrado: Hijos Benditos.

“Sean perfectos, como su Padre en el cielo.”

Tal perfección surge no de la culpa sino de la comprensión de la ley de Dios; de una comprensión del Amor, la belleza, la armonía y la bondad. Uno debe tener fe en si mismo como un Cristo-niño de Dios para conocer y comprender y personificar la naturaleza de la perfección.
¿Por qué odiamos, cuando queremos tan desesperadamente amar? ¿Por qué roba una persona, o mata? ¿Cuál es la causa del comportamiento criminal?
Es el “estado de conciencia” interno el que conforma la imagen del ego, porque la imagen del ego es lo que uno piensa de uno mismo en relación al otro. “De acuerdo a lo que un hombre piensa de si mismo, así es”. Han dado a esa forma construida el poder de la manifestación, así que controla su respuesta. Si en la profundidad de su corazón piensan que son un asesino, es probable que maten cuando esa poderosa forma responde al estímulo externo. Puede qu no lo quieran, pero es lo que piensan que son.
¿Cómo podrían por tanto ser otra cosa? Pero todas las personas son hijos de Dios, y está escrito que “Brille la Luz en la oscuridad”.

Que la Luz de la comprensión ilumine tanto las zonas oscuras de su conciencia que la vieja imagen del ego se disuelva en nada. Reemplácenla con la imagen y semejanza de Dios que es el Cristo, y que brille la Luz en la oscuridad.

“Yo Soy Ese Yo Soy.”


El Poder Creador del Pensamiento

El poder creador del pensamiento 

Notas sobre el Libre Albedrío.
1: el ser humano está tomando consciencia de su libre albedrío a través del Dharma y el Karma, a través de la ley y la dinámica.

De este modo vemos que el pensamiento es creador, ya que fue derivado por medio de la instrumentalización de la fuerza creadora. Igualmente es creadora la voz; es decir, la palabra hablada tiene el poder de crear por la misma razón; porque tiene su origen en la fuerza creadora. Puede deducirse de esto, que sí conservamos la fuerza sexual, tendremos una mayor cantidad de poder aprovechable para el proceso del razonamiento, y nuestras mentes serán mucho más poderosas que en el caso de las personas que malgastan la fuerza creadora. Esta fuerza, no obstante, debe ser empleada en su trabajo constructivo mental o físico, o transmutada en el servicio de la raza; de otro modo causaría perturbación. Sí meramente permanece “embotellada”, con el tiempo producirá desarreglos y padecimientos mentales, emocionales o nerviosos.

El acto de pensar es un procedimiento muy complicado que envuelve no solamente el empleo del cerebro físico, sino también el del cerebro etéreo, el cuerpo de deseos y la mente o cuerpo mental. El proceso se verifica como sigue: Nosotros mismos, como Egos, funcionamos directamente en la Región del Pensamiento Abstracto, que hemos especializado dentro de nuestra aura. Aquí observamos el mundo externo por medio de nuestra cadena de vehículos y sus facultades, a los que llamamos sentidos. De las imágenes así formadas sacamos nuestras conclusiones, relacionando las cosas observadas, cuyas conclusiones con ideas. Por el poder de la voluntad proyectamos una idea a través de la mente, en donde toma forma concreta como pensamiento–forma, atrayendo a su alrededor material mental de la región del Pensamiento Concreto. Este Pensamiento–forma ordinariamente se envuelve en materia de deseos, obtenida del cuerpo de deseos, que le añade vida. Este compuesto pensamiento–forma queda entonces hábil para accionar sobre el cerebro etéreo, e impulsar la fuerza vital, por medio de los indispensables centros y nervios del cerebro, a los músculos voluntarios que producen la acción. Por consiguiente, el pensamiento es el resorte principal de toda actividad.

El efecto de los pensamientos de temor y de inquietud sobre el cuerpo de deseos es muy perjudicial para el desarrollo del alma. La inquietud es una condición bajo la cual las corrientes de deseo no se desarrollan en grandes líneas curvas como lo efectúan bajo condiciones normales, sino que causan que este vehículo esté lleno de remolinos, y nada más que remolinos en los casos extremos. Esta última condición a menudo impide a la persona tomar una resolución que pudiera corregir lo que le está causando temor e inquietud. Tal estado puede compararse al del agua próxima a congelarse bajo la acción de una temperatura muy baja. El temor que se expresa a sí mismo como escepticismo, cinismo y pesimismo, puede compararse a la misma agua cuando está congelada, porque los cuerpos de deseos de las personas que habitualmente albergan estos pensamientos, están inmóviles, y nada puede uno hacer o decir que parezca tener el poder de alterar su condición.

Cada vez que se tolera uno de estos pensamientos, ello ayuda a congelar las corrientes del cuerpo de deseos y a formar una coraza de color azul-acero, en la cual la persona que habitualmente tolera pensamientos de miedo y de inquietud, algún día se encuentra encerrada y privada del amor, simpatía y ayuda de todo el mundo. De aquí que nos sea necesario esforzarnos por ser alegres y optimistas, aún bajo circunstancias adversas, o nos encontraremos en una severa condición ahora y en el futuro.

La mente subconsciente es un factor muy importante en el desarrollo del hombre. Con cada aliento que tomamos, el aire que inspiramos lleva consigo una exacta y detallada pintura de lo que nos rodea. El más ligero pensamiento, sentimiento o emoción, es transmitido a los pulmones, y allí es  inyectado en la sangre. La sangre es uno de los más elevados productos del cuerpo vital. Las imágenes que contiene se imprimen en los átomos negativos del cuerpo vital, para servir como árbitros del destino del hombre en el estado post-morten. Si una persona crea un pensamientos-forma, ya sea de naturaleza constructiva o destructiva, y lo proyecta en el mundo, cuando su trabajo se ha efectuado o su energía se ha gastado en tentativas inútiles para lograr su objeto, vuelve gravitando hacia su creador, llevando consigo el indeleble recuerdo del viaje. Su éxito o su fracaso se imprime en los átomos negativos del éter reflector, y forma parte del archivo de vida y acción del pensador, archivo al que debemos hacer frente en el futuro.

El pensamiento destruye tejidos en el cuerpo denso, y es bien sabido por la ciencia que los negativos pensamientos destructivos, tales como los de enojo, temor, sexualidad y sensualidad, destruyen el poder de resistencia del cuerpo, dejándolo de este modo, expuesto a enfermedades. Una persona de buena y jovial naturaleza o una que es devotamente religiosa, que tiene fe y confía en la providencia divina, no con frecuencia crea pensamientos negativos y como resultado posee una más grande vitalidad y mejor salud que las sujetas a inquietud. Por medio de pensamientos de amor, benevolencia y bondad, despertamos cualidades semejantes en otros, y nos atraemos personas que poseen dichas cualidades. Este sutil y potente poder del pensamiento, puede ser empleado también para curar las enfermedades. Por otra parte, es por medio del pensamiento abstracto que el hombre está capacitado para elevarse a sí mismo del mundo material y entrar en contacto con Dios.


Si emitimos pensamientos de optimismo, de bondad, de benevolencia, de utilidad y de servicio, estos pensamientos gradualmente colorearán de tal modo nuestra atmósfera, que vendrá a expresar fielmente estas cualidades y virtudes. Y cómo nuestros cuerpos son construidos por la mente en una expresión de nuestra actitud mental, los pensamientos cercanos reaccionarán sobre nuestros cuerpos físicos, lo mismo que en nuestro medio ambiente, trayéndonos salud y bienestar material. Esto ilustra el poder creador del pensamiento. Es solamente un medio para probar la verdad del dicho de Cristo: “Si buscamos el reino de Dios y su justicia, todas las demás cosas serán añadidas.

domingo, 8 de julio de 2018

¡Toma el mando y Ama! (la posible instantenidad de la Iluminación)

No hay automaestria sin autoconciencia.

En términos no del Espíritu, que es eterno y se despliega en un momento presente continuo, sino del espacio/tiempo finito que enmarca el plano del mundo material que nos rodea y en el que físicamente vivimos, ¿cuánto tiempo dura el pleno desarrollo de la reiterada dinámica vibratoria interactiva o, lo que es lo mismo, la elevación del grado de consciencia hasta el mayor nivel que sea posible en nuestra condición de seres humanos?.

Tal elevación puede producirse en cualquier momento, de manera instantánea, si la persona adquiere consciencia de lo que es y con legitimidad afirma “soy el que soy”. En esta toma de consciencia radica la plenitud de nuestra experiencia de individualidad en libre albedrío. Y está a nuestro alcance de modo permanente. No es preciso vivir muchas vidas físicas; ni, en cada una, leer muchos libros o atesorar conocimientos múltiples. El Espíritu que somos es el Conocimiento mismo. Sus dones y frutos están descritos en los libros sagrados -San Pablo los resume en su Epístola a los Gálatas (5, 22-23): amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza-. Ya tenemos en nosotros la totalidad de la sabiduría porque somos la Sabiduría.

A menudo, los buscadores se embarcan en una ansiosa y laboriosa captación de conocimientos que termina por perderlos en un laberinto de teorías, conceptos y prácticas: que si una escuela dice no sé qué, que si otra explica no sé cuánto, qué idea tan interesante ésta, qué forma tan original e intensa de meditar, que si con ese maestro aprendo tal cosa, que si ese otro me enseña tal otra, que si este libro es magnífico, pues anda que esa página web,… ¡cuánto mal trato y atosigamiento para nuestra mente!. Pero todo es bastante más sencillo y directo; es cuestión de consciencia: ¡soy el que soy!, una plasmación de Dios y Dios mismo; no la hoja, sino el Árbol; no la ola, sino el mar.

¡Entérate de una vez y no sigas dando vueltas a la noria!. El conocimiento es vacuo; la Consciencia es la expresión absoluta de Ser. Las vías y prácticas, da igual que se basen en la mente o en la no-mente, son un embrollo para la toma de consciencia; las técnicas, sean las que sean, un enredo; las experiencias, una maraña. El momento presente, el aquí y ahora, no ha de ocuparse con conocimientos, vías, prácticas, técnicas o experiencias. Sólo llenarse con Ser. O, lo que es lo mismo, con Amor. Cuando ocupas el ahora en algo que no sea Amor Incondicional a todo y a todos, estás enclaustrando tu Esencia -tu Verdadero Ser- entre las rejas de la vanidad. Como se pregunta y responde Salomón en el Eclesiastés (1,2-3), <<¿qué saca el ser humano de todo el trabajo con que se afana sobre la tierra o debajo de la capa del sol?>>: “vanidad de vanidades y todo vanidad”. Si hay Consciencia, Ser es Amor. Si Ser no es sólo y exclusivamente Amor Incondicional, no hay Consciencia. Todo lo demás, no Es. Sólo vanidad.

Eres (somos, soy) la Creación, el Creador y el Milagro: desde la individualidad en libre albedrío y en la tridimensionalidad, tomo consciencia de lo que soy y de lo que es; y conmigo se expande la Consciencia de la suma de la que formo parte y, con ello, la Unidad Divina y Multidimensional (es como un pequeño big-bang, que contribuye a que se expandan más los impactos del gran big-bang ya examinado). Ya no hay dualidades y triunfa la Unidad. Reconozco completamente, acepto plenamente y me integro con todas sus consecuencias en la Unidad Divina a la que siempre he pertenecido y sobre la que ya soy absolutamente consciente. La Unidad que me hace uno con el Ser Uno aquí y ahora, que pone de manifiesto mi divinidad recién reconocida, aunque siempre estuviera ahí, y que modifica las condiciones, circunstancias y características del mundo exterior en consonancia y coherencia con mi linaje divinal. Y en consciencia, me ocupo en el ahora de Amar y sólo de Amar, mi única y portentosa acción, mi Esencia; y, al Amar, todos los poderes divinos son mis poderes puestos al servicio de llenar de Amor un mundo que tanto lo necesita.

Comprendo entonces que ya no es tiempo de orar. Cuando se ora  se pide algo o se alaba a alguna deidad de cualquier credo religioso o espiritual. Esto implica que internamente consideramos que nosotros estamos a un lado y Dios a otro, lo que es un reconocimiento patente de que la dualidad está aún anclada en nuestras mentes y sistemas de creencias. Pero ya no es momento de eso, sino de apagar el piloto automático y permitir que fluya libremente nuestro Yo profundo y divino; dejar que coja las riendas y asuma el mando. Y el mando debe ser puesto en práctica mediante órdenes directas que, emitidas interna o externamente, sean un acto claro, firme y rotundo de creación; un ejercicio consciente de nuestra divinidad. Es el acto de un Dios con forma humana mediante el cual define con Amor las condiciones en las que desea que se desarrolle su vida física y la de su entorno, desde lo más próximo hasta la globalidad planetaria.

Desde mi divinidad, defino y establezco mis condiciones de vida al completo y re-ordeno el mundo para que sea el que quiero que sea. Mis deseos ya no son anhelos humanos, sino la emanación del Amor y la sabiduría que están en mí como consecuencia de esa recién recuperada consciencia de divinidad. Es el momento de decretar como un Dios humano y de re-ordenar la vida y sus circunstancias; de ejercer el poder de nuestra divinidad con responsabilidad, consciencia y Amor y con la convicción de que todos los decretos serán cumplidos a la mayor brevedad posible.

La fuerza y el poder de la orden tienen su origen en la fuerza y el poder de nuestra propia convicción en lo decretado. Y esta convicción se ejecuta tanto al emitir la orden como a partir de ese momento, pues se debe vivir como si el decreto ya se hubiera cumplido, con todas sus consecuencias. Si uno decreta, pero no vive de acuerdo con la orden, es porque en el fondo no cree en el ejercicio de mando que acaba de realizar. Hay que insistir otra vez: al creer, estoy creando; ¡cuando creo, creo!. Y el creer consciente en la divinidad que soy es el crear divino, el verdadero origen del poder creador del Dios que todos somos.

La encarnación en una “cadena de vidas” (Iluminación y “reencarnaciones”)

Sin embargo, al ser humano le apasionan los laberintos. Hasta la felicidad la ha convertido en un laberinto. Aturdido por los engatusamientos de la materialidad, no logra fijar la atención en lo único que la merece: su propio Ser; Amor. Y anda distraído cual mariposa de flor en flor, de día en día, de año en año, de vida en vida. Por ello, la dinámica vibratoria interactiva precisa comúnmente para su desarrollo de una “cadena de vidas” físicas.

No es que el Espíritu salga y entre del plano humano de manera intermitente, pues el Espíritu está inmanente en él (“desciende” a él una vez: encarnación). Sucede, simplemente, que el desarrollo de la dinámica vibratoria interactiva por la que se eleva la gradación consciencial suele requerir de un tiempo –vivencias, experiencias- que va más allá de lo que nuestros sentidos perciben como una vida, es decir los años que van del nacimiento a la muerte física. De ahí que la encarnación del Espíritu en el plano material humano y la dinámica vibratoria interactiva se plasman y se desenvuelven en lo que desde nuestra perspectiva es una cadena de vidas físicas. Algunas religiones llaman “reencarnaciones” a la presencia del Espíritu Santo en cada una de estas vidas, pero hay que insistir en que la encarnación es una y sólo una, por más que la dinámica vibratoria discurra por una cadena de vidas.

En este discurrir, el Espíritu es siempre Él, sin cambios. Tiene como fiel compañera al alma -bisagra y batería energética de acoplamiento del Espíritu en el cuerpo-, que también es siempre la misma (un tercer campo vibratorio generado por la convivencia vibracional entre Espíritu y cuerpo), si bien su potencia vibracional tiende a ir “in crescendo” en la medida en la que recibe y acumula los impulsos vibratorios de los aumentos del grado de consciencia (frecuencia de corte) –sin descartar, por supuesto, decrementos conscienciales- por los estadios de conciencia y experiencias disfrutados en cada vida y en la cadena de vidas físicas. Lo que sí cambian son el cuerpo y las vidas físicas, eslabones en la cadena de vidas en la que el Espíritu despliega su encarnación y el alma su evolución (o involución) vibratoria.

En cada uno de estos eslabones, aunque el Espíritu y el alma son los mismos y el cuerpo es lo único que cambia, se impone lo que algunas tradiciones espirituales llaman “Ley del Ínferos” o “Encadenamiento a los ciclos de la materia”: la carencia de memoria de lo vivido y avanzado vibracionalmente -en consciencia, conciencia y experiencias- en las vidas físicas precedentes. Se trata de una ley cosmogónica cargada de sentido común. El recuerdo de todas nuestras vidas y experiencias anteriores atoraría nuestra posibilidad de elevación consciencial; nos bloquearía por la dimensión y enorme intensidad de lo vivido. De ahí que las personas –Espíritu, cuerpo y alma- no nos acordemos de las vidas anteriores o reencarnaciones por las que Espíritu y alma han transitado en el desarrollo de la encarnación inmanente del primero en el plano humano.

El cuerpo, en el que radica la mente y la memoria, no las vivió. El Espíritu, por su parte, Esencia y vibración pura, está más allá del tiempo y la remembranza. Y el alma, que sí acumula energética y vibracionalmente la cadena de vidas recorrida (por esto algunas escuelas iniciáticas la llaman “alma-personalidad”), lleva a cabo una especie de rememoración selectiva, pues en la nueva vida física activa exclusivamente aquellos componentes y recuerdos precisos para las experiencias conscienciales y concienciales que, en libre albedrío, tocan vivir (en el próximo epígrafe se señalará cómo el alma implementa tal activación en nuestro ADN). Es como si guardásemos todas las experiencias acumuladas a lo largo de la cadena de vidas en una especie de disco duro, pero mientras unos archivos están “activos” (consultables, utilizables), otros permanecen “ocultos” (no son accesibles). Incluso cuando una persona acomete prácticas de regresiones o progresiones a otras vidas –son muchos los textos que se ocupan de ello, por ejemplo, Todos somos inmortales, de Patrick Drouot (EDAF; Madrid, 1989)-, accederá únicamente a aquellas vidas y recuerdos que le sean consciencialmente útiles para las experiencias que en la nueva vida corresponden.

No obstante, aún sin memoria estricta de otras vidas, cada nueva vida física es un reflejo exacto de lo acontecido en aquéllas. Valga el símil de un día cualquiera de nuestra vida actual. Obviamente, al levantarnos por la mañana nos disponemos a vivir una serie de experiencias y acciones que están en función de lo vivido los días anteriores y las semanas, meses y años previos: gran parte de lo que viviremos a lo largo de las siguientes horas tiene su causa (relación causa-efecto) en lo ya vivido en el pasado. Pues bien, lo mismo ocurre en cada nueva reencarnación o vida física (como si fuera un nuevo día), con la importante diferencia de que no recordamos las otras vidas (en el ejemplo, los días, semanas, meses y años precedentes).

Todo lo cual ocurre, además, con un telón de fondo que es un exponente más de la íntima unión de cuanto existe y, en este caso, de la que hay entre cada uno de nosotros y el planeta del que formamos parte y en el que vivimos. Se trata de algo francamente maravilloso y que se relaciona con el hecho, bien conocido por la geología, de que la mayor parte de la formación rocosa de la Tierra, especialmente en la corteza, es roca cristalina. Y estos cristales tienen una funcionalidad no sólo física o material, sino también sutil y trascendente que enlaza con una serie de características y capacidades de cristales y biominerales que se abordarán en la Parte IV de este texto: conservan la energía, tienen memoria, son un banco de recuerdos.

¿Recuerdos?, ¿de qué?. De cada uno de nosotros, de nuestro Yo verdadero y de sus experiencias a lo largo de la cadena de vidas físicas. La totalidad de lo que hacemos se registra en este planeta como energía y permanece en el entramado cristalino. La globalidad de lo que hemos hecho colectivamente durante todas las vidas permanece en el planeta como una vibración superior. Esta energía es extraordinaria. Y es la fuerza por la que la elevación del grado de consciencia de cada ser humano contribuye a aumentar la consciencia de la suma a la que pertenecemos y, a través de ello, expande la consciencia de la Unidad.

En tal estructura cristalina se conserva, en términos energéticos, todo lo que cada uno espiritualmente ha hecho y aprendido durante sus vidas físicas en este planeta. Como si fueran los anillos de un árbol, cada vida está representada ahí; es la esencia de todas las vidas experimentadas por cada uno esperando la siguiente. Y es que -como enseñan distintas tradiciones y han subrayado contemporáneamente canalizaciones como las de Kryon (www.kryon.es)- en el instante en que nace un bebé, se activa una estructura cristalina en la “Cueva de la Creación”: la Tierra sabe que el alma, si es “vieja”, retorna otra vez para seguir su encarnación en la cadena de vidas; o que, si es “nueva”, inicia este peregrinaje. Y en el caso de las almas viejas, en la estructura cristalina está toda la información de las vidas anteriores esperando la nueva reencarnación.

No debe olvidarse que el Ser profundo o Yo verdadero siempre es el mismo, por lo que todas las vidas pasadas no son extrañas a tu Mí Mismo. Y en cada nueva vida, esa estructura cristalina se activa y está a nuestra disposición para ver, para recordar, incluso para recuperar algunos de los talentos con los que ya contábamos antes (se denomina “excavar en el registro afásico”, lo que enlaza con lo que se expone en los Grupos Madre sobre el “Akasha”. Si un ser humano empieza a plantear preguntas espirituales, todo lo que aprendió a través de las edades regresa a él; nada se perdió y, si no quiere, no tiene que volver a aprender ni pasar por nada otra vez. Aún con la Ley de Ínferos en juego, cuando se comienza a abrir esa puerta, la intuición muestra lo que ya se ha aprendido.

Todo ello se produce en estricto cumplimiento de la Ley de la Creación. Así es tanto en lo grande como en lo pequeño, en lo que no se ve como en lo conocido, pues una es la Ley e infinitas sus manifestaciones. No hay que sorprenderse de nada. Forma parte de las leyes por las que discurre la Creación, incluida la Ley de Ínferos que rige la inmanencia del Espíritu en las gradaciones vibracionales de la materia y el aumento de la frecuencia vibratoria del alma.

La elección de cada nuevo eslabón en la cadena de vidas

Por lo expuesto, en el tránsito entre vidas que erróneamente llamamos muerte, nuestro Yo profundo y el alma eligen el nuevo eslabón –el cuerpo y la vida, el yo y mis circunstancias- en el que tendrá continuidad la cadena de vidas que constituye la encarnación. La elección se hará en función de los requerimientos de la dinámica vibratoria interactiva y dependiendo, por tanto, del grado de consciencia alcanzado; y de los estados de conciencia y experiencias que correspondan ser vividos para aumentar el nivel consciencial.

Para el Espíritu y el alma, cada nacimiento físico es meramente la idea de que “tengo este cuerpo”; y la muerte no es más que la de que “ya no tengo este cuerpo”, pasando a estar en otro. Cuando un cuerpo fallece, Espíritu y alma pasan a uno “nuevo” y a otra vida física, esto es, a otro eslabón de la cadena de vidas en las que se plasma su presencia subyacente en el plano humano (encarnación). Y en el tránsito en sí, cuya duración en términos de nuestra temporalidad tarda años, se afloja el encadenamiento a los ciclos de la materia. Esto permite a nuestro Yo profundo (Espíritu) y al alma ponderar con exactitud, por decirlo de algún modo, el nivel logrado en la elevación del grado de consciencia, de lo que es un fiel indicador la gradación vibracional alcanzada por la segunda. Con esta base, se selecciona el siguiente cuerpo, vida y estadio de conciencia (hay que volver a subrayar que, para facilitar el entendimiento del proceso, puede hablarse de reencarnación, aunque en el conocimiento de que encarnación sólo hay una).

El alma es el resultado de la convivencia vibracional y el efecto de heterodinaje entre la vibración pura del Espíritu y la densa del cuerpo. Su rango vibratorio, acumulado a lo largo de las experiencias previas, indica como si de una especie de termómetro se tratara el grado de consciencia alcanzado. Y la nueva reencarnación deberá ser en un cuerpo y una vida que posean las características energéticas ajustadas al nivel vibratorio ya logrado. Verbigracia, si el alma ha conseguido una mayor cota vibracional porque en vidas precedentes se ejercitaron conductas (estadio de conciencia y experiencias) cercanas a la naturaleza divina (Amor), el nuevo cuerpo y vida contarán con un perfil apto (nuevo estadio de conciencia y novedosas experiencias) para lograr otra vez el aumento del grado de consciencia a través de la continuidad y fomento de esas cualidades y comportamientos (expresado, obviamente, en cuanto a potencial e inclinaciones, pues en cada vida rige el libre albedrío y nada está determinado).

La elección de la siguiente reencarnación (estadio de conciencia y sus consiguientes experiencias esenciales) tiene lugar antes de que la misma se concrete en un nuevo cuerpo, previamente a que el embrión de éste se halle en el vientre de su madre. Los que serán los rasgos esenciales de su vida y los valores a desarrollar quedan configurados en ese estado de la existencia previo a la maternidad en el que el alma y el Espíritu preparan su nuevo escenario experiencial. Se entiende así mejor el auténtico significado de la respuesta sobre la primera pregunta –“¿quien soy?”- formulada en la búsqueda de la identidad original. Nos encarnamos en cada vida física con una especie de “plan de vida” ajustado al grado consciencial de partida que ha concluido en la vida anterior, aunque después las experiencias en los correspondientes estadios de conciencia puedan llevarnos por otros derroteros.

Y también este es el instante inefable en el que, como síntesis de una perfecta sincronización, se produce el encuentro entre el alma y las otras almas (el Espíritu es uno, el mismo) que en otros cuerpos físicos serán sus acompañantes y colaboradoras en la vida material que se va a iniciar. Tal confluencia entre almas es mucho más que una experiencia gozosa. Es la aceptación mutua de las respectivas funciones y relaciones en el nuevo eslabón de la cadena de vidas para que cada cual cumpla con lo que constituye el propósito de su reencarnación. De hecho, es común que a lo largo de distintas vidas físicas las almas se reencarnen en grupos, es decir, manteniendo y extendiendo sus relaciones e interacciones de apoyo consciencial, aunque asumiendo papeles y roles distintos para quienes permanecen en las leyes no así para las almas que han alcanzado las dinámicas universales (tu madre en una vida puede ser, por ejemplo, tu hijo en otra; tu actual pareja, tu futuro hermano; o tu amigo de hoy, tu abuela en el mañana).

En definitiva, como también ha resumido Kryon, antes de nacer sabemos las potencialidades y los atributos kármicos que vamos a disfrutar y las experiencias energéticas y vibracionales que viviremos en primera persona: ya estaban aquí como potencial y entramos de nuevo en el plano humano para vivirlas. E, igualmente, antes de venir conocemos los potenciales de las personas con las que nos vamos a encontrar: las sincronicidades con aquéllos con los que tendremos encuentros y, dentro de esto, escogemos a nuestros padres y ellos a nosotros. Cuando estamos al otro lado del velo, en la dimensión de la inmortalidad, que es la del Espíritu que somos, se eligen desafíos para poder enfrentarlos y resolverlos. Nadie vino aquí a sufrir, sino a desentrañar el rompecabezas de la vida. Y los buscadores están interesados en desentrañar la vida, en abrir la caja de la verdad. Aquí está: cada uno de nosotros es un pedazo del Creador y, por tanto, Dios mismo. No procedemos de ningún lugar. El Espíritu, no está en un lugar. Dios “es”. Y siempre fuimos; ya “éramos” antes de que se creara el Universo. Elegimos venir a la Tierra por una razón que, en realidad, no tiene tanto que ver con este planeta como con el Omniverso: desplegar nuestras energías en la Tierra para elevar nuestro grado de consciencia, logrando así la expansión de la suma a la que pertenecemos y, por medio de ello, la expansión de la consciencia de la Unidad.

El momento preciso en el que el alma conforma su unión con el nuevo cuerpo físico, haciendo de bisagra con el Espíritu, va ligado a la fecundación del nuevo ser humano. Como es sabido, la fecundación es la unión de dos células sexuales o gametos (el espermatozoide masculino y el óvulo femenino) en el curso de la reproducción sexual, dando lugar a la célula cigoto donde se encuentran reunidos los cromosomas de los dos gametos. Y de la multiplicación celular del cigoto (2, 4, 8, 16, 32,… células) parte la formación del embrión. En este orden, la ciencia actual comienza a hablar de unas células madres o base celular del nuevo ser, que son exactamente las 8 primeras. De hecho, el avance celular de 2 a 4 y de 4 a 8 es muy rápido, mientras que al llegar a 8 se produce una especie de parada en el camino antes de pasar a 16 y continuar la multiplicación.

Pues bien, es en ese estadio -cuando el embrión está configurado por las 8 células madre- en el que el alma se asocia al cuerpo y, además, inyecta divinidad en el ADN y, como se apuntó en el epígrafe precedente, implementa en él -en dos capas interdimensionales llamadas “Registro akásico del ADN”- los componentes y recuerdos de otras vidas precisos para las experiencias conscienciales y concienciales que, en libre albedrío, corresponden ahora vivir. Por esto, algunas tradiciones espirituales denominan a esas 8 células las “Células del alma” ubicadas en las células emocionales del corazón, lo que explica, a su vez, la importancia que al 8 y al octógono le han otorgado históricamente distintas escuelas iniciáticas.

Es así como alma y cuerpo quedan asociados en el estadio celular citado, que algunas corrientes iniciáticas llaman “Viento del nacimiento”. No es un sitio, sino una energía divina; y en el que también el Espíritu, eterno e inmutable, desempeña su papel, pues, siendo multidimensional, mantiene su presencia tanto inmanente en la tridimensión de nuestra corporeidad –Espíritu Santo- como en la interdimensionalidad. Algunas tradiciones indican al respecto que el Espíritu se escinde, pero tal cosa no es posible, dada su inalterabilidad. Lo que sí acontece es que su presencia subyacente en la materialidad no impide su realidad multidimensional.

Se podría expresar coloquialmente que no todo el Espíritu se transfiere al ser humano y que una parte se queda residiendo al otro lado del velo. La creencia en los guías espirituales responde precisamente a este hecho: la naturaleza multidimensional del Espíritu hace que, estando en la tridimensionalidad -plano humano- y en cada persona (Espíritu Santo), también permanezca en la interdimensionalidad, actuando como guía espiritual (incluyen, verbigracia, los “Ángeles de la Guarda” de la religión católica). Tus guías son Tú Mismo, tu Mí Mismo. La multidimensionalidad del Espíritu y, por ende, de nuestro Ser interior hace que nunca estemos solos. Y cuando nos sentimos en soledad o abandonados, podemos estar seguros de que la hermosa energía de los guías está a nuestro alrededor esperando que le demos permiso para actuar.

Final del “gran olvido”: la Iluminación

La encarnación inmanente del Espíritu en el plano humano culmina cuando alcanza su cénit la dinámica vibratoria interactiva y el alma alcanza el mayor rango consciencial y vibratorio posible en el plano humano. La vida física en la que esto se consigue habrá sido en un ser humano con consciencia sobre su dimensión espiritual, con discernimiento acerca de lo que “es” y “no es” y plenamente consciente de su verdadero ser: ¡soy el que soy!. Ha superado el <> y se contempla por fin como lo que realmente es: Dios mismo o, si quiere, un “estado de Dios”.

San Bernardo describió muy bien a un hombre o mujer así: “aspira tranquilo a las bodas del Verbo (…), deja de temer iniciar una alianza de comunión con Dios (…) ¿A qué no podrá aspirar con seguridad ante él si se contempla embellecido con su imagen y luminoso con su semejanza?. ¿Por qué puede temer a la majestad, si su origen le infunde confianza?. Lo único que debe hacer es procurar conservar la nobleza de su condición con la honestidad de vida; esforzarse por embellecer y hermosear con el digno adorno de sus costumbres y afectos la gloria celestial que lleva impresa por sus orígenes » (San Bernardo; SC 83:1).

La presencia subyacente del Espíritu es tan viva, pujante y poderosa que el ser humano disfruta de la Unidad Divina. El ego y sus apegos, el piloto automático, queda absolutamente desactivado y el Yo profundo toma el mando de la vida, centrada en el momento presente, el aquí y ahora, y ocupada sólo en Ser y, por ende, en Amar. Se produce la experiencia maravillosa de la consciencia plena, la “Iluminación” interior: se constata y se comprueba radicalmente que lo que afanosamente, a lo largo de tantas vidas o reencarnaciones, se buscaba fuera de uno mismo, a través de los anhelos y deseos de la materialidad, en verdad lo tenemos en nuestro interior, nuestro auténtico Yo, Dios mismo y su Felicidad.

Tal como ya se recogió en la primera parte de este texto, de manera espectacular lo describió San Agustín: “Tarde os amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde os amé. Y he aquí que Vos estabais dentro de mí y yo de mí mismo estaba fuera; y por defuera yo os buscaba. Y en medio de las hermosuras que creasteis irrumpía yo con toda la insolencia de mi fealdad. Estabais conmigo y yo no estaba con Vos. Manteníanme alejado de Vos aquellas cosas que si en Vos no fuesen, no serían. Pero Vos derramasteis vuestra fragancia, la inhalé en mi respiro y ya suspiro por Vos” (Confesiones, Libro X, 27).

El cambio de tornas que la “Iluminación” representa es completo: ahora es la fuerza vibracional del Espíritu la que contagia y “tira” vibracionalmente hacia arriba de la materialidad, y no al revés. Este intenso tirón vibratorio que la dimensión espiritual da a la dimensión material lo experimenta el alma, que gozará de toda la energía vibracional que ha ido acumulando durante la dinámica vibratoria interactiva y la cadena de vidas en la que ha estado adherida a la materia; y estará lista para pasar a otros planos de existencia de mayor frecuencia vibratoria.

Se trata de algo fascinante. Como se ha insistido, todo comienza “de arriba hacia abajo” y tiene su correlato “de abajo hacia arriba”: una colosal dinámica que evidencia la unión entre Creador y Creación, sin separación alguna, con la consciencia como hilo conductor y el Amor como energía nutriente.

Recuérdese el arranque, que es “de arriba hacia abajo”: 1. Concentración: en Consciencia Perfecta y Concentración Absoluta, emana la Esencia del Ser Uno, acompañada del Verbo como vibración asociada. 2. Expansión: la Esencia emanada y el Verbo se expanden; y en las manifestaciones derivadas de la condensación del Verbo (lo Manifestado, vibración finita) se encuentra inmanente el Espíritu (Esencia emanada y expandida, lo No Manifestado, vibración infinita).

Y aquí se desencadena el proceso “de abajo hacia arriba” (también denominado Absorción): 1. Como consecuencia de tal convivencia vibracional y por el efecto heterodinaje, surge el alma como tercera gama energético-vibracional. 2. Espíritu, alma y cuerpo protagonizan una dinámica vibratoria interactiva (grado de consciencia, estadio de conciencia, experiencias). 3. Y conforme se eleva el grado consciencial del ser humano, el alma va ganando frecuencia vibracional hasta hallarse en condiciones energéticas de “subir” hacia planos de mayor rango vibracional.

La expansión de la consciencia del ser humano expande, así, la propia Creación, haciendo que la Creación sea Creadora y unificando Creador y Creación. Figuradamente, el Espíritu (“Hijo”), por su presencia inmanente en la materialidad, habrá desarrollado el pacto de amor (“sacrificio”) que hace posible la resurrección de la materia (“carne”) mediante la elevación de la gradación energética del alma (surgida precisamente de la convivencia Espíritu/materia) hacia otros planos vibracionales (“Cielo”) cada vez más próximos a la calidad vibracional pura e infinita de la Esencia divina (“Padre”).

Como se enunció en Capítulo 6, la indisoluble identidad entre Creador y Creación, por lo que la Creación es, a la vez, Creador, explica la traducción “Yo resultaré ser lo que resultaré ser” de lo que Dios indicó a Moisés en el versículo 3,14 del Libro del Éxodo. En el Ser Uno, “Yo soy el que soy” y “Yo soy el que resultaré ser” no sólo no chocan ni se contradicen, sino que se fusionan de manera armónica, hermosa, maravillosa. La consciencia es la base de la fusión; y el Amor, la energía que la nutre: la Consciencia Perfecta desencadena el proceso “de arriba hacia abajo”; y la toma de consciencia en el ámbito de reducida gradación vibracional de lo Manifestado (mundo material, cuerpo humano,…) produce una especie de rebote consciencial “de abajo hacia arriba”.

Hablamos de ti y de mí: estamos en acto de servicio por Amor

Llegados a este punto, conviene traer aquí unas espléndidas reflexiones de F. G. –Hijos de la luz: un pacto de amor- que vienen como anillo al dedo a propósito de lo hasta aquí sintetizado y su aplicación al ser humano y nuestra condición de “buscadores”. Porque los hechos narrados han sucedido siempre y están sucediendo ahora. No hablamos, pues, de éste o de aquél, sino de ti y de mí, de nosotros. De nuestro Espíritu, inmanente y subyacente en la tierra siendo su hogar el cielo. El grito desgarrado que pide salir de las tinieblas no es un eco traído por el tiempo, sino el de tu garganta y la mía. No evocamos la historia ni hablamos de teorías, sino de la lectura viva de nuestra alma. Somos lo que se ha reflejado en las páginas anteriores: ¡Hijos de la Luz!, Espíritus puros unidos al Padre; hechos de su misma Esencia, eternos. Somos uno con Dios y, por lo tanto, Dios. Sin tiempo ni límite. ¿Cómo podría perderse una criatura de tan elevado rango?.

No, no nos hemos perdido; ni estamos exiliados. Caminamos por el mundo para que el mundo –la materia, la carne- resucite. Nadie nos ha obligado, pues esa era nuestra voluntad y nuestro destino. Nos hicimos uno con la Ley para que la Ley se cumpliera. Y lo hicimos, no desde la ruptura, sino desde la unión con Dios. Por eso, aquella voluntad no fue la nuestra, sino la de Él, la Voluntad, la única. Este es nuestro pacto de amor. Ni nos hemos extraviado ni andamos solos, aunque milenios de ignorancia nos hayan hecho creer lo contrario. Si el Hijo que emprendió ese camino era uno con Dios, también Él ha descendido “ad ínferos”.

Que callen todas las voces y cesen las músicas todas. Que todo pare un instante y que se detenga el mundo. Silencio, para que puedas oír dentro de ti. Para que escuches en ti las palabras anteriores. Para que sientas que, más allá de dogmas y creencias, ésta es la verdad que sale del corazón: ¡Dios y el ser humano jamás han dejado de ser Uno!. No estamos, pues, condenados, sino en acto de servicio para expandir nuestra consciencia desde la tridimensionalidad, provocando, así, pequeños “big-bangs” que extienden los efectos del principal e impulsan la expansión de la Consciencia de la Unidad.

Hijos de Dios, no porque nos haya creado Él, sino porque somos Él

Dios mira por nuestros ojos y camina con nuestros pies. Pero lo hemos olvidado y nuestra existencia se convierte en dramática, no por causa de una pérdida, sino por un gran olvido. Si Dios escribiera la historia de la humanidad, enseñaría cómo se extendió a sí mismo haciéndose múltiple sin dejar de ser Uno; y cómo, para lograrlo, estableció la ilusión de la separación que da consistencia a su multiplicidad. Constataría que el ser humano es fruto de su misma Esencia, porque es Él mismo hecho visible. Y confirmaría que no fue creado o hecho por Él, sino que es un estado de Dios y, por lo tanto, testimonio de su eterna Inmanencia. Esta es nuestra grandeza: el título de Hijo de Dios señala la más alta dignidad imaginable, no porque nos haya creado Él, sino porque somos Él.

Esta es la auténtica realidad, el orden natural en el que se establece el pacto de amor que precede a la encarnación. Su reconocimiento sobrecoge y cambia radicalmente la visión del mundo y de nosotros mismos. Nada puede seguir siendo igual para aquél que ha accedido a tan suprema verdad. No somos resultado del error, ni pesa sobre nosotros vejación alguna. Todo es santo, inocente de culpa, bienaventurado. No hay trasgresión ni condena, sino manifestación de Dios. Este es el sublime pacto de amor que nos trajo al mundo.

Y cuando en nuestro corazón sentimos el ansia de liberación es, en el fondo, la advertencia de que la misión está cumplida, que la dinámica vibratoria interactiva está llegando al culmen. Pero su realización no significa una victoria sobre el estado de encadenamiento -nada hay que vencer donde todo es la Voluntad de Dios-, sino el cumplimiento de la misión creadora: expandir la consciencia para que se expanda la Consciencia de la Unidad. Por ello, el anhelo de liberación lleva aparejado tanto la aspiración en sí, como su subordinación a la divina Voluntad. Se trata del <la Unidad) y estar con Cristo (cupio dissolvi et esse cum Christo)>>, hecho suyo por místicos como Beatriz de Nazareth (Siete modos de vivir el Amor), aunque sometido a lo que Charles de Foucauld expresó tan emotivamente: “Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras (…) lo acepto todo (…) con una confianza infinita, porque tú eres mi Padre”.

Como escribió Teilhard de Chardin (Adora y confía), las leyes de la vida y las promesas de Dios garantizan que cuanto nos reprima e inquiete es falso. Cesan, entonces, todas las inquietudes por las dificultades de la vida, por sus altibajos, por sus decepciones, por su porvenir más o menos sombrío. Se quiere lo que Dios quiere; y se vive feliz, en paz, siendo sólo, ni más ni menos, que Amor. Nada altera ni es capaz de quitar esa paz: ni la fatiga psíquica ni los posibles fallos morales. En el rostro brota una sonrisa que es reflejo de la que el Padre/Madre permanentemente nos dirige. Y como fuente de energía y criterio de verdad se coloca todo aquello que nos llena de la paz de Dios.

Llegado a este punto, el ser humano, consciente de su verdadero Ser y presto a volcarse en la Unidad a la que siempre ha pertenecido, comprende bien que la liberación no es una pericia individual ni una práctica puntual, sino el estado del Espíritu que realiza conscientemente a Dios en la materia. La liberación va mucho más allá de una experiencia personal y provoca una expansión de la consciencia en toda la Creación: un crecimiento cualitativo de todo hacia la Consciencia de Ser y el reconocimiento de Ser Dios. Así de maravillosa es la Creación surgida del “big-bang” analizado en capítulos precedentes. La expansión de la consciencia en las distintas dimensiones de existencia que constituyen la Creación genera múltiples “big-bangs” y transforma la Creación en Creador: Creador&Creación; Creación&Creador


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